jueves, 28 de mayo de 2020

Cuarentena desde mi tapera


El coronavirus llegó a Bolivia en avión. Como muchos afirman, es una enfermedad importada por personas con capacidad económica para viajar a otros países. Sin embargo, una vez diseminada en nuestro país, quienes se llevan la peor parte, es la población de escasos recursos económicos, mucho más aún, si nos ponemos a escudriñar un poco el confinamiento al que estamos sometidos desde inicios de marzo, siendo que la mayoría de la ciudadanía vive del día a día, bordeando más del 70% de la población boliviana; podemos deducir que la mayoría de la población, no está en condiciones de sobrellevar la cuarentena sin recurrir a la solidaridad de la ciudadanía.

Por el lado del análisis epidemiológico, eso se lo dejamos a los especialistas en la materia. En este caso, vamos a prestar atención a la situación de las personas en esta coyuntura de cuarentena y crisis sanitaria. Podemos decir que, todo lo que está aconteciendo, desnudó el frágil y precario sistema de salud, porque es un modelo que prioriza la venta de servicios sanitarios, antes que la prestación social de dichos servicios. Hoy somos testigos de los altos costos sanitarios en las clínicas. ¿Alguna vez nuestro derecho a la salud estuvo basado en la medicina social y salud colectiva? En este contexto, desde los diferentes niveles de gobierno y, desde los principales medios de comunicación, dejaron de hablar del Dengue y, pese que se reportó un caso de Sarampión, tampoco se lo menciona y, así sucede con las demás enfermedades de base y estacionarias. Nadie más enferma de otros males. De todo esto podemos deducir que la actual administración del Estado desconoce la composición social, o dimensión general de nuestra sociedad, por citar un ejemplo: en la zona sur de Cochabamba, consiguen 100 litros de agua en Bs. 8, para una familia de 5 personas y, les dura dos días a lo máximo; sin embargo, un barbijo les cuesta Bs. 2. Lo que significa que, para muchas familias la cuarentena, es inviable. En este sentido, los médicos aparecen como infalibles y cada que aparecen más casos de COVID-19, culpan a las personas de los contagios (lo propio ocurre con el gabinete del ejecutivo nacional y, ni que decir de la actitud policiaca); pero cabe señalar que la mayoría de los fallecidos son personas entre los 20 a 40 años, población joven, que derrumba el mito que esta enfermedad ataca, principalmente, a personas de la tercera edad.

En este contexto, el modelo económico imperante, de carácter capitalista extractivista, no ayudó a responder a las exigencias alimentarias y de satisfacción de necesidades básicas de la canasta familiar. Más al contrario y contra todo pronóstico, los agroempesarios, principalmente de Santa Cruz, se favorecieron con Decretos Supremos que les da vía libre para el cultivo de semillas transgénicas, so pretexto de seguridad y soberanía alimentaria, muy por encima del discurso “ambientalista” de quienes se hicieron con el poder del gobierno central en noviembre del años pasado. Lo que hoy nos muestran es la estrecha relación entre los empresarios dueños de supermercados y los representantes de los tres niveles de gobierno, estos últimos sí tienen permiso para abrir sus locales comerciales, mientras se “castiga” a los comerciantes de mercados de las zonas periféricas y populosas de nuestra ciudad.

En respuesta a todo aquello, principalmente en lo que respecta a la provisión de alimentos, vemos que en muchos barrios populares de nuestra ciudad, los vecinos se están organizando para preparar las ollas comunes. Experiencia que se suscitó durante la crisis de octubre y diciembre de la pasada gestión, pero en una coyuntura  social totalmente diferente de la actual. Sin embargo, se puede apreciar que la solidaridad entre vecinos, va más allá de la cuestión coyuntural y, nos está señalando los caminos a seguir después de esta cuarentena, es decir, las posibles alternativas solidarias para encarar la vida y, el desarrollo social de las personas de condiciones económicas precarias. ¿Qué hace que cuando no hay ciertas necesidades entre vecinos no puedan demostrarse gestos solidarios? Ojalá que los esfuerzos post cuarentena, estén enfocados a apreciar y considerar valores que nos humanizan: solidaridad, cooperación y compartir lo que tengamos a mano. La sociedad auto organizada, prescinde del Estado, hecho corroborado con las actuales acciones colaborativas entre vecinos antes mencionadas. Pero desde la sociedad civil organizada, hay una fuerte responsabilidad de generar conciencia colectiva, desde donde se puedan proponer políticas públicas sociales y económicas, en primera instancia, acorde a las necesidades reales de la ciudadanía mayoritaria y, se dejen de lados los intereses mezquinos de sectores agroindustriales, responsables de miles de hectáreas deforestadas y, de la contaminación del suelo, agua y aire con miles de toneladas de agroquímicos. 

En lo social, podemos decir que hay un estado paranoia y miedo colectivo. Por un lado por las medidas altamente policiacas para controlar la propagación del virus y, de las serias posibilidades de que “todos somos portadores” y ser víctima de ser contagiados o contagiar. Por otro lado, la desinformación y confusión a la hora de tratar los temas relacionados a la pandemia, contribuye al clima antes descrito, principalmente desde los principales tomadores de decisiones de los tres niveles de gobierno. Sin duda alguna, con la complicidad de los medios de comunicación, propiedad de empresarios que lucran con la desgracias de las mayorías.   

Por otro lado, necesitamos que las autoridades de los tres niveles de gobierno, respondan de manera adecuada a las necesidades coyunturales por las que se está atravesando. Se ocupen de las personas, en base a criterios científicos y académicos y no en base a credos particulares y; respondan por el presupuesto con que están manejado el Estado, es decir, que sean un poco consecuente con el discurso con el que llegaron a Palacio de Gobierno y, de una vez por todas, dejen de improvisar desde el Ministerio de Salud, para afrontar de manera seria y responsable, la presente crisis sanitaria.

¿Necesitamos crear huertos urbanos en las ciudades? Y, con estas medidas, ¿enfrentamos a los intereses de los capitales de la agroindustria? ¿Cuánto de lo que producen los agroindustriales llegan a nuestra mesa todos los días? O, ¿generamos condiciones para que la producción de los agricultores campesinos llegue de manera directa los consumidores? 

Es hora de repensar: nuestra relación con nuestros vecinos; las relaciones con el modelo económico dominante (capitalismo extractivista); la relación y cuidado del medio ambiente; alternativas de vida (desarrollo social de las poblaciones indígenas en sus territorios); pero sobre todo, la forma de cómo queremos vivir la vida.

Por: Voces Indígenas Urbanas y Centro de Estudios Kɨturiki Sux

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